Biblioteca "Almirante Brown"- Escuela Nº13 DE 19- G.C.A.B.A- Escolaridad Primaria- Jornada Completa - Itaquí 2050 -(Nueva Pompeya)- Buenos Aires- Argentina
viernes, 24 de abril de 2020
miércoles, 22 de abril de 2020
Cuento Día Mundial de la Tierra
Cierto
día Robertito y Anita estaban jugando a las escondidas en su casa. De
pronto tropezaron con una caja y sintieron curiosidad por saber qué era,
así es que la abrieron.
-¿Qué
es eso? — dijo Ana rascándose la cabeza.— Robertito dijo— No sé, parecen libros.
Ellos
no conocían los libros físicamente, nunca los habían visto, porque en
el planeta Ur donde vivían todo lo que se leía era digital. Comenzaron
a hojearlo y estaban admirados de lo lindo que era todas las imágenes que
tenía.
-Abuelo,
encontramos esto. ¿De dónde son todas estas fotografías tan
lindas?» —dijeron con los ojos bien abiertos y con la esperanza de que el
abuelo les respondiera la pregunta.
-¡Ah!
¿Eso?… todo lo que ven ahí era de un lugar muy lindo que existió hace ya muchos
años. Se llamaba Planeta Tierra. —el abuelo contestó con mucha tristeza.
—Cuéntanos
abuelo cómo era ese planeta — dijeron los niños muy entusiasmados.
—La
tierra era el planeta más hermoso que existía y que contaba con muchos
recursos naturales.
-¿Qué
son recursos naturales? —interrumpió Anita.
—Es
todo aquello que no hizo la mano del hombre. —contestó el abuelo con una
pequeña sonrisa en el rostro porque recordaba cuando de niño jugaba en los
parques y con sus amiguitos.
—El
abuelo tomó el libro despacito y dijo— Miren en esta página del
libro: suelo, montañas, ríos, árboles, flores, animales, también el aire…
todos esos son recursos naturales y en la tierra existían en abundancia.
—¡Guau,
qué lindo!— dijo Anita sorprendida al contemplar una fotografía de una inmensa
playa—.
—¿Qué
es esto tan grande y azul? —preguntaban los niños.
—Ese
es el mar. En la tierra había mucha agua que formaban océanos, mares y
ríos. Las playas eran preciosas. Yo recuerdo que iba mucho con mis
padres también a los ríos. Disfrutaba bañándome y me gustaba sentarme
debajo de los árboles a coger aire fresco. —continuó el abuelo
explicando.
—Entonces
abuelo, ¿tu conociste todo eso?
—Claro,
yo nací en la Tierra. Ese era mi planeta. Allí vivía junto a mis padres,
abuelos y familiares.
—Abuelo —dijo
muy preocupada Anita— y ¿qué fue lo que sucedió?
—¡Los
habitantes de la tierra no se preocuparon por cuidar el medio ambiente,
destruyeron todo. Cortaban los árboles indiscriminadamente, entonces dejó
de llover por lo que el agua empezó a escasear y la tierra fue azotada por
una tremenda sequía. Sin agua los seres vivos: personas, animales y
plantas no pueden vivir. No se podía sembrar, por lo que los alimentos
comenzaron a escasear, las personas y los animales empezaron a morir. Contaminaron
las aguas de los mares y ríos echando basura y desperdicios de las
fábricas por lo que los animales del mar se fueron muriendo. También el
aire se contaminó con el humo de las fábricas, de los vehículos y porque
tiraban basura en el suelo o la quemaban al aire libre, todo eso
fue dañando la atmósfera y llegó un momento que no había suficiente aire
para respirar. En los habitantes de la tierra no había respeto para
el medio ambiente, tampoco responsabilidad —dijo el abuelo con pesar.
—Abuelo,
pero aquí vivimos y no tenemos ninguno de esos recursos naturales de los
que tú hablas
—Porque
Ur — respondió el abuelo— es un planeta artificial creado por el
hombre, como una gran burbuja donde estamos todos encerrados, por eso no
podemos disfrutar de aire fresco y de todas esas cosas hermosas que ven en
ese libro.
—
Hay que vivir así porque aquí no tenemos atmósfera natural, el aire que
respiramos es artificial y mientras más personas somos más nos arriesgamos
a que el aire se agote.
—Robertito
y Anita se pusieron muy tristes y dijeron: — ¡qué pena! que
las personas de la tierra no cuidaran su planeta.
—el
abuelo dijo con un lamento profundo: — Sí, esta ha sido la consecuencia de
no haber tenido respeto y responsabilidad en el cuidado el medio ambiente.

martes, 21 de abril de 2020
Cuidado del cuerpo
Cuidamos nuestro cuerpo: Seguimos las indicaciones y seremos muy sanos. Evitamos enfermedades, a cuidarse hoy más que siempre con la presencia del virus.
lunes, 20 de abril de 2020
Canciones y poemas
CANCIÓN PARA ESPANTAR LAS PENAS
Un silbidito de quena
dale a tu pena,
un acróbata en la parra
y una guitarra;
una copa de agua pura
y a tu cintura
la caricia que perdura:
la del amigo
contigo...
Que tu grillo imaginario
imprima un diario,
donde sea la primicia
buena noticia
y que el sol su canción vieja
deja que teja...
(Mientras la tarde se aleja,
penas espanta
quien canta...)
Elsa Bornemann
Un silbidito de quena
dale a tu pena,
un acróbata en la parra
y una guitarra;
una copa de agua pura
y a tu cintura
la caricia que perdura:
la del amigo
contigo...
Que tu grillo imaginario
imprima un diario,
donde sea la primicia
buena noticia
y que el sol su canción vieja
deja que teja...
(Mientras la tarde se aleja,
penas espanta
quien canta...)
Elsa Bornemann
miércoles, 15 de abril de 2020
martes, 14 de abril de 2020
lunes, 13 de abril de 2020
martes, 7 de abril de 2020
Cuentos con lobos
Serían las cinco cuando Caperucita llegó a la casa de su abuela. Por supuesto, adentro estaba el lobo.
—Pasa, nena, está abierto —le dijo cuando escuchó los golpes en la puerta—. Y cerrá enseguida que hace un fresquete...
Caperucita puso la canasta sobre la mesa y se derrumbó en una silla.
—¡Qué voz ronca tenés, abuela! Ni que comieras tuercas. Al lobo le molestó un poco el comentario.
—Es por mi catarro de pecho, querida.
—Te traje caramelos de miel, yogur casero y no sé cuántas cosas más que metió la vieja en la canasta. Pesaba mil esta canasta. Ladrillos habrá puesto. Algo pegajoso se volcó adentro. Ahora que te miro bien: ¡qué boca enorme tenés! ¡Y qué dientes amarillos! ¿Siempre tuviste los dientes así de amarillos?
El lobo se incorporó en la cama para mirarse en el espejo. Tuvo que reconocer que no era una hermosura.
—Son los años, tesoro.
—Serán. Además es la primera vez que te veo los ojos así de colorados.
—Grandes, querrás decir.
—Sí, grandes también, pero yo digo colorados, colorados como los de los conejos.
Eso fue muy fuerte para el lobo. Nunca lo habían comparado con un conejo.
—Son para mirarte mejor, querida.
—¿Te parece?
Los comentarios de Caperucita siguieron.
—¡Qué orejas inmensas tenés abuela!
—Son para escucharte mejor.
—No me parece que hagan falta orejas así para escuchar bien. La gente tiene orejas normales y escucha lo más bien. ¿Y por qué tenés las uñas tan torcidas?
El lobo escondió las manos debajo de la frazada.
—Y decime, ¿cuánto calzas? Nunca vi unos pies tan grandes. Ni el tío Cosme tiene los pies de ese tamaño.
El lobo escondió las patas.
Caperucita seguía.
—Ese camisón te queda chico. ¿Engordaste?
—Tenes el cuello como, como lanudo..., como estropajoso... ¡Y bigotes!
—De las orejas te salen pelos negros.
—De la nariz también te salen pelos. Y te cuelgan unos m...
—¡Basta! —aulló el lobo.
Lloraba.
Saltó de la cama, tiró la cofia al suelo y se fue sin cerrar la puerta, de lo más deprimido.
—Pasa, nena, está abierto —le dijo cuando escuchó los golpes en la puerta—. Y cerrá enseguida que hace un fresquete...
Caperucita puso la canasta sobre la mesa y se derrumbó en una silla.
—¡Qué voz ronca tenés, abuela! Ni que comieras tuercas. Al lobo le molestó un poco el comentario.
—Es por mi catarro de pecho, querida.
—Te traje caramelos de miel, yogur casero y no sé cuántas cosas más que metió la vieja en la canasta. Pesaba mil esta canasta. Ladrillos habrá puesto. Algo pegajoso se volcó adentro. Ahora que te miro bien: ¡qué boca enorme tenés! ¡Y qué dientes amarillos! ¿Siempre tuviste los dientes así de amarillos?
El lobo se incorporó en la cama para mirarse en el espejo. Tuvo que reconocer que no era una hermosura.
—Son los años, tesoro.
—Serán. Además es la primera vez que te veo los ojos así de colorados.
—Grandes, querrás decir.
—Sí, grandes también, pero yo digo colorados, colorados como los de los conejos.
Eso fue muy fuerte para el lobo. Nunca lo habían comparado con un conejo.
—Son para mirarte mejor, querida.
—¿Te parece?
Los comentarios de Caperucita siguieron.
—¡Qué orejas inmensas tenés abuela!
—Son para escucharte mejor.
—No me parece que hagan falta orejas así para escuchar bien. La gente tiene orejas normales y escucha lo más bien. ¿Y por qué tenés las uñas tan torcidas?
El lobo escondió las manos debajo de la frazada.
—Y decime, ¿cuánto calzas? Nunca vi unos pies tan grandes. Ni el tío Cosme tiene los pies de ese tamaño.
El lobo escondió las patas.
Caperucita seguía.
—Ese camisón te queda chico. ¿Engordaste?
—Tenes el cuello como, como lanudo..., como estropajoso... ¡Y bigotes!
—De las orejas te salen pelos negros.
—De la nariz también te salen pelos. Y te cuelgan unos m...
—¡Basta! —aulló el lobo.
Lloraba.
Saltó de la cama, tiró la cofia al suelo y se fue sin cerrar la puerta, de lo más deprimido.
FIN
lunes, 6 de abril de 2020
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